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02 SEP

Mankell dice adiós con 'Botas de lluvia suecas'

La escribió poco antes de morir en 2015 y sale a la venta la próxima semana

Mankell dice adiós con 'Botas de lluvia suecas'

El adiós definitivo de Henning Mankell, una novela titulada Botas de lluvia suecas empieza con un gran incendio que pesca desprevenido al protagonista y a punto está de apartarlo de la escena. Welin Fredrik vive solo en una isla y ahora el fuego lo ha dejado sin casa, en pijama, sin zapatos; circunstancia propicia para plantear la recurrente pregunta: ¿Qué llevarías a una isla desierta para tenerlo todo? Fredrik responde pronto: los recuerdos. Y con ellos construye una novela que viaja al pasado y al presente con el ritmo de las olas que van y vienen a la orilla de su archipiélago.

Henning Mankell (Estocolmo, 1948-2015) escribió esta obra en los días más oscuros de su vida, cuando combatía un cáncer que le llevó a la muerte un año y medio después de ser diagnosticado. Pero tuvo tiempo de verla editada en su país y el próximo martes, los lectores la encontrarán en español de la mano de Tusquets. No se trata de una de sus famosas novelas negras, ni aparece por ninguna parte el inspector Wallander para descubrir quién está detrás de un crimen, pero el texto también incorpora delitos, culpables y policías que mantienen la inquietud del “género nórdico”, como lo describe el editor Juan Cerezo, ese del que Mankell fue un adelantado y que lo convirtió casi “en un subgénero de la novela negra”.

No, no es esta última novela de Mankell una lectura alegre, pero tampoco está sumida en brumas y nieblas, brilla aún el otoño cuando arranca la acción y la primavera buscará, más tarde, abrirse paso entre los hielos del archipiélago. No está el protagonista ahogado en los recuerdos, el presente le trae novedades de las que sacar provecho para seguir caminando.

Y tampoco echarán de menos los lectores los elementos más clásicos del universo que construyó el autor sueco: una crítica que se cuela entre líneas a la más desalmada sociedad europea contemporánea, la que no tiene miramientos con los migrantes, la que castiga con más rigor a un carterista de tercera regional que a un delincuente de guante blanco. Su disgusto por el destrozo medioambiental que caracteriza a esta época, “las toneladas de basura nuclear” debajo de las alfombras del siglo XXI. O que muestre sin pudor los resquicios de la miseria que también existen en sociedades idealizadas, como los países nórdicos, esas socialdemocracias que siempre se ponen de ejemplo.

 

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