No se necesitaron cincuenta años para que el espíritu de la nobleza se adueñara de todo el mérito de la conquista del reino de Granada. No era cierto, pero como los verdaderos vencedores no podían competir con los medios de difusión y propaganda de los que disponía la aristocrácia, toleraron que la usurpación persistiera. Hasta en la misma Almería, la nobleza local casi llegó creerse, en los siglos XVII y XVIII, que ellos eran los descendientes de los caballeros que con su ardor arrebataron la ciudad a los musulmanes. La verdad es que no se derramó ninguna sangre en su entrega, y cómo este pacto no confería ninguna importancia a la ciudad en el horizonte esplendoroso de grandes hazañas caballerescas en que se había trasmutado la memoria de aquellos acontecimientos, no extrañará que se lo haya dejado un tanto en el olvido. Pero si se logra comunicar y explicar al lector cuales fueron los factores determinantes de la incorporación del emirato a la corona de Castilla, se comprenderá la excepcional importancia del papel que Almería desempeñó dentro del complejo sistema de impulsos que dio vida a la contienda.
Almería se debe a su historia, y en este libro podrán hallarse algunas claves de su particular idiosincrasia.