El 9 de agosto de 1849 llegó a Sevilla el pintor sueco Egron Lundgren. Se había formado en la Academia de Bellas Artes de Estocolmo, y fue becado por ella para continuar sus estudios en París, y posteriormente en Italia. Sin unos planes claros de retorno hacia su ciudad natal decidió acometer un rápido viaje por España, visitando el Sur, alcanzando Sevilla sin más intención que la de permanecer unos días. Casi cuatro años residió en ella. Un estudio de pintura, diferentes alojamientos, una amplia clientela internacional y local; varias novias y muchísimos amigos llenaron su vida hasta que una mañana de junio de 1853 tomó la diligencia que lo dispondría rumbo a Inglaterra. Volvería en dos ocasiones más, durante el otoño de 1862 y el invierno de 1867, despidiéndose definitivamente de ella en mayo de 1868. Además de un nutrido e importante conjunto de pinturas que reflejan la vida que tuvo en Sevilla, el artista escribió un libro sobre España y los españoles que se convirtió en el referente más importante sobre ella en los países escandinavos en las tres últimas décadas del siglo XIX, titulado Anotaciones de un pintor. La parte relativa a sus recuerdos de Sevilla a lo largo de su estancia, y sus posteriores viajes, así como un conjunto de cartas que escribió a sus familiares, amigos y profesores de la Academia desde sus diversas residencias en la ciudad, han sido publicadas en castellano por primera vez en este libro por la Universidad de Sevilla. El ambiente artístico en estos momentos, formado por compradores británicos, y una burguesía local que comenzaba a definir sus gustos durante el gobierno isabelino; al igual que sus relaciones con los pintores, músicos, bailarines, actores y modelos con los que convivió, encuentran en estas páginas un testimonio único para comprender la formación de la cultura artística sevillana entre 1849 y 1853.
El 9 de agosto de 1849 llegó a Sevilla el pintor sueco Egron Lundgren. Se había formado en la Academia de Bellas Artes de Estocolmo, y fue becado por ella para continuar sus estudios en París, y posteriormente en Italia. Sin unos planes claros de retorno hacia su ciudad natal decidió acometer un rápido viaje por España, visitando el Sur, alcanzando Sevilla sin más intención que la de permanecer unos días. Casi cuatro años residió en ella. Un estudio de pintura, diferentes alojamientos, una amplia clientela internacional y local; varias novias y muchísimos amigos llenaron su vida hasta que una mañana de junio de 1853 tomó la diligencia que lo dispondría rumbo a Inglaterra. Volvería en dos ocasiones más, durante el otoño de 1862 y el invierno de 1867, despidiéndose definitivamente de ella en mayo de 1868. Además de un nutrido e importante conjunto de pinturas que reflejan la vida que tuvo en Sevilla, el artista escribió un libro sobre España y los españoles que se convirtió en el referente más importante sobre ella en los países escandinavos en las tres últimas décadas del siglo XIX, titulado Anotaciones de un pintor. La parte relativa a sus recuerdos de Sevilla a lo largo de su estancia, y sus posteriores viajes, así como un conjunto de cartas que escribió a sus familiares, amigos y profesores de la Academia desde sus diversas residencias en la ciudad, han sido publicadas en castellano por primera vez en este libro por la Universidad de Sevilla. El ambiente artístico en estos momentos, formado por compradores británicos, y una burguesía local que comenzaba a definir sus gustos durante el gobierno isabelino; al igual que sus relaciones con los pintores, músicos, bailarines, actores y modelos con los que convivió, encuentran en estas páginas un testimonio único para comprender la formación de la cultura artística sevillana entre 1849 y 1853.