La imagen exterior de España cristalizó hace tiempo, conformando un conjunto de rasgos que, en puridad, se reducen a unos pocos estereotipos en los cuales la mayor parte de los españoles no nos reconocemos, aunque, paradójicamente, hayamos terminado por aceptarlos en el plano colectivo, dando por descontado que eso es lo que un extranjero puede y hasta debe pensar sobre nuestro país. Parece como si la «España de charanga y pandereta» que tanto denostamos al final hubiera sido admitida no solo como miembro de la familia, sino como representante legítimo y único de la misma.
Este fantástico ensayo analiza la evolución y cambio radical de la imagen de España a través de los escritos de los viajeros foráneos, desde la primitiva, de país y gentes serias, graves, trabajadoras y temibles, a otra en que la jarana, la liviandad, la haraganería y el desorden ocupan todo el escenario. El paso de una a otra percepción comienza a operarse en la segunda mitad del siglo XVIII y puede afirmarse que una centuria más tarde (hacia 1850) ya está consumado en su totalidad. Desde entonces no ha hecho sino reforzarse por la simple adición de nuevas «pruebas». Merece, pues, la pena rescatar sus testimonios y contemplar aquella España de antaño según sus palabras, quizás más viva de lo que habitualmente creemos.