El protagonista es un niño solitario que se entretiene jugando a las canicas. De pronto encuentra unas canicas diferentes. ¡Son caramelos! ¡Y además, mágicos! El pequeño, a través de la metáfora de los caramelos descubre que no está solo, que los demás le hablan y le quieren, y que cuando es él quien se atreve a hablar, evoluciona y deja atrás esa soledad para divertirse y compartir.