No se trata solo de un viaje al pasado o un simple ejercicio de memoria para rescatar vivencias y recuerdos de aquellos años a modo de evocación personal meramente estética, sino que se nos ofrece ?y se nos invita al lector a compartir? una mirada de ese tiempo pasado como evocación reparadora y, sobre todo, como reivindicación de la vida contemplativa. (...) Cuando Gerardo nos relata la rica experiencia de la vuelta al entorno familiar de su infancia, no solo nos está evocando, con sublime profundidad narrativa e intenso detalle, una atmósfera cercana llena de emociones y momentos entrañables, sino esa misma gran habilidad suya de mirarlo todo con la paciencia de la contemplación. Antonio Hernández