Este libro es incómodo, como el título de su portada. Porque retomarla pregunta que formulan las autoridades judías poco antes delprendimiento, juicio, tortura y crucifixión de Jesús (Mc 14, 1)resulta siempre perturbador.Pero si Jesús padeció desde muy pronto el acoso de sus enemigos yterminó siendo traicionado por uno de los suyos y abandonado porquienes se llamaban sus discípulos, no es menos cierto que su trágicodestino lo hace solidario de todos aquellos que sufren a diario laviolencia tolerada. No en vano, niños, mujeres, pobres, extranjeros,marginados y un sinfín de personas han podido y pueden sintonizar conalguien que ha experimentado en carne propia los abusos.Con todo, desasosiega saber que quienes se han confabulado para matara Jesús no son malas personas, sino un grupo de ciudadanos eximios yde buenos creyentes que dirigen la sociedad. Esta circunstancia no escasual, y debería ser considerada por la Iglesia ante las violacionesde niños, los abusos de poder, el dominio sobre los más vulnerables,la indiferencia de los dirigentes frente a las agresiones, ya que, enel fondo, todos estos atentados con