La monstruosidad y la locura son dos temas de gran importancia en la obra del argentino Roberto Arlt, quizá no tanto por gusto, como por la influencia de un entorno hostil. Reconoció Arlt en el prólogo de El jorobadito: "Los seres humanos son más parecidos a monstruos chapoteando en las tinieblas que a los luminosos ángeles de las historias antiguas." Más que una dedicatoria, es toda una declaración de principios. Cuando el lector se encuentre en este libro relatos como "El jorobadito", "Odio desde la otra vida", "Rahutia la bailarina", "Los hombres fieras", "La pista de los dientes de oro", o "Las fieras", entre otros, comprenderá que no sólo entra en contacto con la obra de uno de los escritores más importantes del S.XX, sino que ha abierto una puerta a la verdad, al terror, al espanto que producimos los seres humanos en los demás. El juego de los espejos es fundamental en literatura, porque nos muestra quiénes somos, y Arlt lo logra con maestría. En el extenso y valioso prólogo, escrito por otro gran autor, Pedro Antonio Curto, se han destacado algunas ideas de Arlt que parecen escritas hoy mismo: "Creo que nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad, y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de pena, para no salir a la calle a tirar bombas o instalar prostíbulos." Se adelantó a su tiempo, o quizá, meditó sobre la realidad humana de todos los tiempos. Arlt escribió con la violencia de un cross a la mandíbula, y en este libro se muestra la perfección de una técnica literaria más viva que nunca.