Al leer El jurado delibera se podrá pensar que está basada en el clásico Doce hombres sin piedad, de Reginald Rose. Pero es más bien un complemento, porque no vivimos la reunión de los miembros del jurado, sino la terrible espera en el calabozo del preso, quizá condenado a muerte, junto a su abogado, que pretende darle esperanzas y revive con euforia sus fantástica actuación ante el juez, y a un carcelero que pone un contrapunto dramático y escéptico a ambos personajes. Drama para tres actores, está basado en las sombras, en la pérdida de la esperanza y quizá del deseo de vivir. Mientras los doce hombres sin piedad deliberan, el reo intenta asumir que ese momento puede ser el comienzo del fin de todo. El protagonista es el acusado, un joven del que apenas sabemos quién es y del que nos gustaría conocer algo de su vida; una vida vulgar dentro de un entorno duro que vamos conociendo de su boca. Cómo juzgar si sólo el acusado sabe si es culpable o no. Su futuro o su fin depende de la opinión que tenga de la Justicia. Tenemos tiempo, escuchémosle mientras el jurado delibera. Completa el libro el monólogo