Todo son sospechas. Nadie está a salvo. Y en el palacio ducal todo son pesares. Europa se desgarra en guerra. Francia combate contra Austria y contra Inglaterra, y Venecia defiende su neutralidad, pero las voraces tropas francesas del ambicioso general Bonaparte se han extendido por todo el Véneto y han esparcido su veneno a través de sus agentes.
Las milicias reunidas a toda prisa por los preveditores venecianos, en vez de someter a los rebeldes se han arrojado como una horda contra los disciplinados franceses, dispuestos a lanzarse como lobos contra la Serenísisima República.
Mientras Venecia duerme aún a salvo rodeada por su laguna, con el Consejo convocado a toda prisa por el dogo, los puños golpean las mesas de ricas maderas y las acusaciones con índices condenatorios resuenan atronadoras, incluso despúes de dar por terminada la reunión de extrema urgencia. Y Marco Lascaris, mercader de sal, descendiente de un antiguo linaje bizantino, nada sospecha que esa reunión secreta ha puesto en peligro su vida y la de su familia, en una inexorable cuenta atrás.
La neutralidad se resquebraja. Pocos senadores se niegan a doblegarse ante Napoleón. Y sólo uno de ellos está dispuesto a todo para preservar la Serenísima República de Venecia.