Joaquín Bernadó Bartomeu nace en Santa Coloma de Gramanet el 16 de agosto de 1935. Aún no ha cumplido dieciocho años cuando, el 15 de mayo de 1953, debuta con picadores en la plaza de toros de Ledesma. Su primer cronista, Delfín Val Jarrín, define así su toreo: Sin nervios, frío, calmoso, tiene ángel. Su ángel está en el temple, en la finura, en la suavidad con que juega y mueve el capote y la muleta, en la natural manera de interpretar el toreo que el muchacho tiene. Apenas un año después, en el mes de julio de 1954, K-Hito escribe: De no estar probado que Joaquín Bernadó ha nacido en Santa Coloma, habría que pedir su partida de nacimiento a la parroquia de Santa Ana, en Sevilla, junto a la cerámica trianera. ¡Qué sabor, qué color y qué olor de torero caro! Sus verónicas parsimoniosas, sus pases de pecho más largos que el talgo, sus soberbios naturales. Aunque el novillo le pegue una voltereta, él ni se despeina. Joaquín Bernadó es la elegancia con montera. En octubre de 1975, Juan Soto Viñolo escribe: Joaquín Bernadó tiene su sitio entre los mejores. Lo muestran su arte, su técnica, su galanura, su madurez. Ha ganado larga y honradamente ese sitio. Se lo viene ganando desde hace tiempo, dictando lecciones magistrales de toreo cada tarde que pisa la arena. Logra la lidia requerida a cada res, y deja sobre el ruedo el perfume de su toreo reposado, ligado y hermoso con la muleta planchada, tersa como una cartulina roja. El día de su despedida, el 25 de septiembre de 1983, en la plaza de toros Monumental de Barcelona, Mariano de la Cruz cierra su crónica: No sólo se despide un gran maestro del toreo, sino que lo hace un torero catalán admirado por toda la afición del mundo. El 19 de abril de 1987 reaparece en Barcelona. Y continúa vestido de luces hasta la feria de San Isidro de 1990. «Llega la hora de preguntarse dice Joaquín Bernadó por qué he sido torero, mejor sería decir matador de toros. Bueno, por qué he sido matador y sigo siéndolo, ¡ojo!, que de esto no se quita uno así como así, sin más ni más. Creo que tiene mucho que ver que desde el principio, cuando yo era pequeño, mis padres me llevaron a los toros. En ese momento te entra por los ojos, te entra por los ojos lo que es, claro, la fiesta, los toros como fiesta. Después llega un momento en que me dije, acaso soñando, porque estas cosas que uno se dice de pequeño no sabes si son realidad o son fantasía: Yo también voy a hacer esto. Yo también voy a torear.»