El tiempo pierde su aparente linealidad y los contornos de la razón se vuelven difusos, casi indistinguibles, cuando un trompetista de jazz -armado con un instrumento lovecraftiano que, quizás, en una vida pasada, fue el que le arrancó la cabeza a la fla
El tiempo pierde su aparente linealidad y los contornos de la razón se vuelven difusos, casi indistinguibles, cuando un trompetista de jazz -armado con un instrumento lovecraftiano que, quizás, en una vida pasada, fue el que le arrancó la cabeza a la fla