El proceso de cambio en la organización de la Monarquía que se produce en la segunda mitad del siglo XVII no es centralización sino devolución de sus atribuciones al rey de España, quien no sólo responde a las exigencias de sus súbditos para ser premiados y atendidos por su señor natural, sino también porque la idea de Monarquía que se está construyendo es muy diferente a la que concibió los virreinatos como instrumentos con los que hacer efectiva una Monarquía Universal. Tras la paz de Westfalia, cualquier proyecto universal quedaba proscrito, pues nacía un sistema internacional fundamentado en el equilibrio. En consecuencia, ya no había razón para mantener el modelo virreinal existente, concebido para gestionar un sistema que permitía a Felipe IV ser el soberano de todos los reinos de la tierra.
Al describir este proceso como reconfiguración de la Monarquía se hace referencia a la necesidad de reinventar sus estructuras y buscar nuevas finalidades a sus instituciones. El proyecto ?desconcentrador? de Olivares, de ilimitada confianza en las élites de las provincias, se deshizo al fracasar su proyecto universal, lo que provocó su desintegración al alzarse las élites de diferentes reinos, pues no veían horizonte alguno en el rumbo que había tomado el valido, como bien recuerda Gaspar Sala en su defensa de los catalanes.