Abrimos sin querer una puerta, sólo un poquito, lo suficiente como para asomarnos y escuchar un viento que cabalgaba deprisa, el presagio de un trueno inminente. Tuvimos que hacernos a un lado. Salieron desbocados, enloquecidos, escapando como murciélagos de una cueva en llamas y fue imposible hacerlos regresar. Todos ellos poblaron territorios, trozos de un extravagante rompecabezas, hojas de cuaderno. Singulares, inadaptados, difíciles… son los personajes que habitan este libro.