No es el objetivo de este ensayo debatir sobre el milenario problema de la fe y la razón. La teoría no me preocupa ahora. Deseo, en cambio, centrarme en una situación del ser humano, en la cual se ve envuelto el hombre de fe como ser individual concreto, con sus afectos y esperanzas, preocupaciones y necesidades, sus alegrí as y sus momentos tristes. Todo lo que diré aquí, por tanto, no se deriva de la dialéctica filosófica, las especulaciones abstractas o las reflexiones impersonales distantes, sino de situaciones reales y experiencias a las que me he enfrentado. De hecho, el término conferencia constituye también, en este contexto, una inexactitud. Se trata más bien de la narración de un dilema personal. En lugar de hablar de Teología, en el sentido dialéctico, de una forma elocuente y con frases equilibradas, desearía confiar en ustedes con vacilaciones y titubeos, y compartir con ustedes ciertas preocupaciones que suponen una gran carga en mi mente y que con frecuencia adoptan las proporciones de una conciencia de crisis.