Los libros han sido admirados, codiciados y hasta venerados, pero también han sido despreciados, odiados y destruidos. El libro es un arma peligrosa y así lo han visto demasiados regímenes a lo largo de la historia de la humanidad en todos los rincones del planeta. A pesar de su fragilidad, un ejemplar que invita a pensar y a reflexionar de manera crítica es un enemigo por batir. Algo tan aparentemente insignificante compuesto de papel, letras impresas, imágenes y cartoné es un elemento revolucionario, pero no solo aquellos textos que llaman a la revolución, sino todos por sus capacidades para imaginar, soñar y pensar.
A lo largo de la historia son muchos los ejemplos y antecedentes que podemos encontrar sobre la quema de libros. La destrucción de libros no es un fenómeno nuevo como forma de eliminar una cultura o una civilización derrotada por las armas. Pero lo sorprendente del caso franquista es el ensañamiento contra lo impreso y la intensidad de la destrucción.