La vida en la España de los años 40 a 60 fue muy dura, especialmente en las zonas rurales. A través de sucesivos encuentros con un antiguo discípulo, Francisco Vigara va desgranando su vida, orientada sobre todo por su labor pastoral y por el dinamismo y la bondad que guiaron su ayuda al prójimo en las localidades a las que fue sucesivamente destinado como sacerdote. A través de los pliegues de su memoria asistimos al retablo poliédrico de la realidad social española de posguerra. Es éste un relato de múltiples capas narrativas, donde encuentran su espacio multitud de registros y voces. Alejandro López Andrada crea un universo lírico de aquellos años, en el que emergen, traídos por su piadosa mano, trenzados en su bella prosa, la vida y la voz de los más humildes. ?La radio marcaba los tiempos de mi casa y era la medida, el metro musical que equilibraba el aire y los espacios donde transcurría a diario nuestra vida, la cual no podía entenderse de otro modo (al menos hasta que llegó el televisor) que no fuese oyendo espacios deportivos, narraciones de cuentos, programas de discos dedicados en los que destacaban, muy a menudo, las voces dulzonas de Machín, José Guardiola, Manolo Escobar, Antonio Molina y Gloria Lasso. Mi memoria infantil fue programada por la radio, por los misteriosos cuentos que escuchaba sentado en las firmes rodillas de mi padre, al pie de la mesa camilla, aquellas tardes aromadas por el tufillo del picón y el ronroneo triste de la lluvia que caía monótona en la plaza del Verdinal, desgastando la humilde cal de las paredes y forrando de musgo y líquenes los tejados.?
La vida en la España de los años 40 a 60 fue muy dura, especialmente en las zonas rurales. A través de sucesivos encuentros con un antiguo discípulo, Francisco Vigara va desgranando su vida, orientada sobre todo por su labor pastoral y por el dinamismo y la bondad que guiaron su ayuda al prójimo en las localidades a las que fue sucesivamente destinado como sacerdote. A través de los pliegues de su memoria asistimos al retablo poliédrico de la realidad social española de posguerra. Es éste un relato de múltiples capas narrativas, donde encuentran su espacio multitud de registros y voces. Alejandro López Andrada crea un universo lírico de aquellos años, en el que emergen, traídos por su piadosa mano, trenzados en su bella prosa, la vida y la voz de los más humildes. ?La radio marcaba los tiempos de mi casa y era la medida, el metro musical que equilibraba el aire y los espacios donde transcurría a diario nuestra vida, la cual no podía entenderse de otro modo (al menos hasta que llegó el televisor) que no fuese oyendo espacios deportivos, narraciones de cuentos, programas de discos dedicados en los que destacaban, muy a menudo, las voces dulzonas de Machín, José Guardiola, Manolo Escobar, Antonio Molina y Gloria Lasso. Mi memoria infantil fue programada por la radio, por los misteriosos cuentos que escuchaba sentado en las firmes rodillas de mi padre, al pie de la mesa camilla, aquellas tardes aromadas por el tufillo del picón y el ronroneo triste de la lluvia que caía monótona en la plaza del Verdinal, desgastando la humilde cal de las paredes y forrando de musgo y líquenes los tejados.?