León Trotski fue atacado mortalmente el 20 de agosto de 1940. Una tarde, como otra cualquiera, que se convirtió en única, en origen de una leyenda. La casa en la que Trotski y su mujer, Natalia, vivieron los últimos años de su vida, en el barrio mexicano de Coyoacán, se ha convertido en un museo, donde el escritorio de Trotski se mantiene inmutable. Al cabo, el mito de León Trotski no ha dejado de crecer desde que, al día siguiente del atentado, fuera enterrado en la compañía de cientos de miles de mexicanos. Los últimos días de Trotski indaga en los años de exilio del que fuera uno de los artífices de la Revolución rusa. Rastrea en su vida, en sus recuerdos, en sus deseos y en sus fracasos, que son los nuestros. Un viaje, no siempre placentero, por una figura incómoda para cualquier régimen. Una figura que nos recuerda la necesidad de ser consecuente en la vida, si queremos mirar al futuro con la cabeza alta, alejados de las ruines trampas del presente.
León Trotski fue atacado mortalmente el 20 de agosto de 1940. Una tarde, como otra cualquiera, que se convirtió en única, en origen de una leyenda. La casa en la que Trotski y su mujer, Natalia, vivieron los últimos años de su vida, en el barrio mexicano de Coyoacán, se ha convertido en un museo, donde el escritorio de Trotski se mantiene inmutable. Al cabo, el mito de León Trotski no ha dejado de crecer desde que, al día siguiente del atentado, fuera enterrado en la compañía de cientos de miles de mexicanos. Los últimos días de Trotski indaga en los años de exilio del que fuera uno de los artífices de la Revolución rusa. Rastrea en su vida, en sus recuerdos, en sus deseos y en sus fracasos, que son los nuestros. Un viaje, no siempre placentero, por una figura incómoda para cualquier régimen. Una figura que nos recuerda la necesidad de ser consecuente en la vida, si queremos mirar al futuro con la cabeza alta, alejados de las ruines trampas del presente.