Azaña condiciona la democracia a su visión de la república. En Apelación a la República expone el ideario político que impulsará desde la Presidencia del Gobierno: La democracia no es sólo una organización de garantías expectante… es una operación activa de engrandecimiento y bienestar moral… la democracia que sólo instituye los órganos políticos elementales, como son los comicios, el Parlamento, el jurado, no es más que aparente democracia… Cuando vea amenazado el ideal republicano establecerá un orden de prioridades revelador… dentro de la Constitución, y saliéndose por encima de ella, está la República, que es antes que la Constitución… Azaña defiende con tanta brillantez como sectarismo la constitucionalización de sus convicciones republicanas, hasta el punto de reconocer derechos y libertades civiles a quienes no se declararan republicanos pero negándoles el derecho a gobernar la República, la consigna dejaba pocas dudas, “la República para los republicanos”.
Este ensayo analiza la forja de un pensamiento dirigido a promover una revolución política: la República erigida en una forma de ser nacional que propiciara una ciudadanía imbuida de civismo. La identificación del régimen con el ideal republicano y con el propio Azaña y la diferente estrategia política adoptada en el gobierno y en la oposición.