El espíritu irónico y trasgresor de los hermanos Marx ha tenido su reflejo en multitud de secuencias inolvidables. Pocas tan intensas, sin embargo, como aquella que se produjo en su accidentada visita al Oeste, cuando fieles a la implacable lógica del absurdo, gritan: "¡Más madera!" y desarman los vagones de un tren para que la locomotora siga en marcha y el viaje pueda continuar. Es un viaje sin fin.
Había que subir a ese tren que prometía experiencias únicas, en definitiva.
Esa metáfora podría desvelar, como la propia vida, la historia del rock ´n´ roll. ¿En cuántas oportunidades ese "¡Más madera!" era y es reconocible en la furia de sus principales figuras, en la energía de su música, en el apasionamiento de sus provocaciones, en su accidentada y casi nunca coherente evolución? Así al menos se ha entendido en estas páginas. Sin ignorar la trascendencia de los hechos en esta obra se aborda un relato interminable, por fortuna inconcluso, con el propósito de librarlo de tópicos habituales en el lenguaje de los especialistas y de otros lastres no menos peligrosos.
Porque en efecto, como en la locomotora de los Marx, a lomos de las potentes motocicletas de Marlon Brando, Elvis Presley, James Dean, Bob Dylan o Judas Priest, embarcados el submarino amarillo de los Beatles, con vértigo en el dirigible de Led Zeppelin, perplejos en la nave pirata de los Sex Pistols, temblorosos en los platillos volantes soñados por Hendrix o poseídos por la insondable insatisfacción de los Rolling Stones, se trata de despejar todos los escollos que amenazan y pueden malograr ese viaje sin respiro Una ruta que sueña vías inexploradas, sensaciones insólitas y una luz nueva en el mundo. Una investigación digna de cronopios y rebeldes.
A las tentaciones conmemorativas al uso o a la consabida crónica musical se opone en ¡Más Madera! Una historia del rock, por lo tanto, una mirada que persigue mitos, monstruos y máscaras de la llamada "música del siglo XX" en lugar de certificados oficiales de defunción o de recrearse en la retórica de los sesudos entendidos y casposos, los ídolos hinchados por listas de ventas, las extravagancias contables, el rezo de los convencidos y/o el morbo que envuelve la embriagadora cultura de lo mortuorio. El rock tiene la mala costumbre de romper límites, idear universos y reinventar noches. Sube a un tren como penetra en un ruedo o en un ring. Quiere pelea y ansía paz.
Desde esa perspectiva el rock´n´roll no era sólo música. Nunca lo fue. No lo es... Y lejos de anclarse en sus discutidos orígenes, ha cruzado con una incontestable vitalidad las fronteras del pasado milenio.
No se detiene porque ni puede ni quiere. Reclama "¡Más madera!" con inmensa ilusión. De esa materia nacida de la locura y lo inexplicable, del rechazo, el inconformismo y el orgullo que nada quiere saber del futuro se nutre su leyenda, a toda máquina.