Julian Barnes creció en una familia cuyas experiencias religiosas podría decirse que eran, como mínimo, tenues. Su hermano filósofo, Jonathan Barnes, personaje relevante en este libro, después de ir a un par de servicios religiosos recuerda haberse sentido en ellos como un ½niño antropólogo entre antropófagos+. A la pregunta de cómo perdió la fe, responde que no la perdió nunca, porque nunca la tuvo. Julian Barnes tampoco cree en Dios, pero dice que le echa de menos. Así comienza este libro que es, entre muchas cosas más, una irónica y divertida memoria familiar ?con vívidos retratos de sus abuelos, sus padres y su hermano filósofo, pero también de sus ancestros literarios, los escritores que le acompañan cada día?, una meditación sobre nuestra condición de mortales y el miedo a la muerte y, finalmente, una intensa y punzante celebración del arte y la literatura. ½+Qué es este libro? Sin duda, una obra maestra. +Y qué no es? No es una novela, ni un ensayo en sentido estricto, ni tampoco una autobiografía. +Y qué es, entonces? Una fantasía, un paseo deslumbrante por los temas favoritos de Barnes: la literatura, la música, Francia, pero también Dios, la religión y la muerte. Admirablemente construido ?sin que se note el esfuerzo?, maravillosamente escrito y fabulosamente ilustrado con citas, a cual más sabrosa+ (Bibliosurf.com).
Julian Barnes creció en una familia de tenues experiencias religiosas. Su hermano filósofo, Jonathan Barnes, después de ir a un par de servicios religiosos recuerda haberse sentido como un «niño antropólogo entre antropófagos». Julian Barnes tampoco cree en Dios, pero dice que le echa de menos. Y así comienza esta irónica y divertida memoria familiar -con vívidos retratos de sus abuelos, sus padres, y su hermano filósofo, pero también de los escritores que le acompañan cada día-, una meditación sobre nuestra condición de mortales y una intensa celebración del arte y la literatura.
«Con ayuda del humor, todo lo trata en el nivel adecuado. El nivel de la literatura» (Manuel Hidalgo, El Mundo).
«Un libro indispensable por su honestidad, desolación y altísima calidad literaria e intelectual» (Germán Gullón, El Cultural).
«¡Cómo se agradece, en este caso, la gracia inglesa y barnesiana!» (Jordi Llovet, El País).