Pablo cada mañana colocaba una piedra.
Tenía la intención de formar círculos o corazones, mientras la esperaba.
A veces se sentaba a contemplarlas, sobre todo cuando llovía. Parecían peces en el agua, almejas brillantes...
Pero.... cada piedra, cada lugar ocupado, era un día no descubierto.
Y Pablo quería repartir palabras, caricias, miradas, aires de amor...
Así que, un martes, después de un lunes, guardó una piedra del patio.
Oda a la libertad magistralmente contada por Susana Pérez Barrera, que esta vez nos sorprende también como escritora.