Cuando Septimio pierde la cabeza, después de abandonar la casa de sus padres en la ciudad fantástica de Ilíberis, camina con ella debajo del brazo, atravesando Hispania de sur a norte por la Vía de la Plata, para recomponer su figura, hallando multitud de personajes a su paso y haciendo parada decisiva en la corte del rey Recaredo, donde asiste al III Concilio toledano, en compañía del monje Serenus.