Con este nuevo poemario, José Ganivet nos explica lo que la vida es para él: besar y ser besado, leer en voz alta los versos de Lorca, de Machado, de San Juan de la Cruz. También sentirse libre como el viento que mueve la vela de una barca, madrugar al alba para contemplar las calles repletas de chiquillos que intrépidos arrastran mochilas y bufandas. Ver a maestros, obreros y criadas acudir en silencio a su cita diaria con el trabajo. Y escuchar, con su timbre de bronce, la campana de una iglesia. En contraposición, la muerte sería la tristeza de las despedidas, el silencio imponente de la nada, las penas que pervierten y malean la vida, las prisas que amordazan las palabras y abortan los encuentros, la presencia de aquellos que atraen las tormentas y que no saben de paz ni de ternura. También que todas las estrellas nos quepan en el puño de una mano o que las rosas nos huelan a crisantemos.