El tango es un lamento, una queja, un grito de dolor o de rebeldía. Es la danza electrizante y sensual que se detona con el abrazo, en esencia, de quienes son atravesados por la nostalgia de lo vivido. Los Tangos en prosa de Verónica Nieto son trece cuentos que albergan esa misma naturaleza en la actitud de sus protagonistas y en sus confesiones. Personajes variopintos cuyas voces obran con habilidad y precisión los acordes convenidos para sonar intencionadamente rabiosas o lacrimógenas, pero también alucinadas y desopilantes, como la de una rata que necesita saber lo que sería vivir como sujeto de experimentos; o el disgusto de una enana a la que siempre confunden con una niña y se venga bailando «chiquitita»; o el testimonio de un pianista de jazz que exhibe una deformidad en sus pulgares y, de paso, una técnica inigualable. «He visto que dormías y que tus labios se hinchaban blandamente, y que en tu boca crecía un globo de saliva, un espeso círculo de baba compuesto de tus sueños, una esfera que brillaba con la luz pálida del invierno y que ha terminado por despegarse trabajosamente de tu boca para salir