Este libro está escrito en plena emoción, más allá o más acá de la mística, de la que el autor no participa porque le aleja del surco al que está llamado el labrador humano, que ha de mirar el mundo en un gran compromiso moral con los que sufren «hasta hacernos uno con ellos». Antonio Álvarez-Solís se confiesa en esta obra tan cristiano como marxista. Un Dios de todos es un libro repleto de devoción al ser humano salido de la mano de Dios. Una devoción concebida desde la ternura.