Un narrador omnisciente, focalizado en el protagonista de la novela, narra la experiencia de un profesor de 58 años, Julián Entrevías, comprometido en la educación de alumnos y alumnas "difíciles" o "disruptivos", según el eufemismo políticamente correcto, víctimas de la marginalidad social y de la marginación escolar. Entrevías, hijo tardío del mayo francés del 68, se acaba de separar de su mujer, con la que había conseguido una estabilidad emocional rara en su biografía, y sufre con la amante desequilibrada por la que la ha dejado. Se mudará a un piso mínimo y muy caro cerca de la Sagrada Familia en donde se acabará instalando también su hijo Manu, singular okupa de punta en blanco, cantautor de textos propios que manifiestan una imaginación potente, corrosiva y límite. Sin embargo, ha sido rechazado por su hija, a punto de ser madre, muy amiga de la compañera de Julián y harta de la inestabilidad de un padre al que acusa de dañar su equilibrio emocional desde la infancia.
Julián es un antihéroe que busca un sentido para su vida en un mundo que no entiende y a esa inestabilidad básica se une el desequilibrio que le produce ser perseguido por alguien que adopta diferentes disfraces, desde mozo de Ikea hasta monja de la caridad. El misterioso perseguidor le dejará pistas en clave literaria sobre su verdadera identidad y un pasado compartido con el protagonista. Mientras se desquicia, víctima extremada de contradicciones que son las del hombre contemporáneo, Entrevías se entregará a la "revolución" del 15M -que le recuerda a mayo del 68 como estallido de indignación creativa-, a sus alumnos más desfavorecidos y a su joven amante, que no le corresponde. La persecución de la que es objeto, su trato frecuente con psiquiatras tradicionales, curanderas y maestros zen, sus pulsiones emocionales -sobre los que Julián ha elaborado una teoría que tiene que ver con sus problemas con el onanismo-, su soledad y la agitación revolucionaria del momento le llevarán a un desenlace tragicómico.