Alfonso VIII, acompañado de sus hijas Berenguela y Leonor, de su hijo el infante y sucesor Enrique, y de su esposa doña Leonor de Plantagenet, se dirigía a Plasencia con objeto de entrevistarse con suyerno el rey Alfonso II el Gordo, de Portugal. De pronto, comenzó a sentirse mal y en la aldea de Gutierre Muñoz hubo de detenerse la comitiva por el empeoramiento que experimentó el monarca, quien intuyó que se encontraba en las últimas horas de su vida. En aquellos momentos acudieron a su mente sucesos pasados con meridiana claridad, entre ellos el casamiento con su esposa cuando ésta contaba solamente diez años, la única aventura amorosa que mantuvo con la judía doña Rahel la Fermosa, la conquista de Cuenca, la aparición misteriosa de Martín Alhaja en la batalla de las Navas de Tolosa y otros avatares de su vida, como su relación con los primeros obispos de Cuenca, don Juan Yáñez y san Julián. Vivencias y recuerdos que recreó y narró para sí, íntimamente, en primera persona.