Obras como «Una recensión literaria» desmienten algunos tópicos sobre el genial pensador danés, al que se suele considerar tan centrado en la existencia individual que olvida las circunstancias sociales, a menudo penosas, que determinan la historia humana. Lo cierto es que, frente al elitismo de las corrientes liberal y conservadora de su tiempo, Kierkegaard abrazó decididamente la causa del «hombre corriente».
Resulta paradójico que lo que empezó siendo una mera reseña literaria sobre la novela de 1845 «Dos épocas», de Thomasine Gyllembourg, en la que se relatan las vicisitudes de una familia de la alta burguesía de Copenhague, terminara convirtiéndose en un libro publicado un año después.
La importancia de este escrito es doble. En él Kierkegaard testimonia, por una parte, su concepción del arte de narrar, que comparte muchos aspectos de las etapas por las que discurre la existencia. Por otra, expresa con libertad su visión de la política y las relaciones sociales, hasta el punto de formular un juicio crítico sobre la modernidad. Y lo que resulta más sorprendente: su diagnóstico es profético, en el sentido de que muchas de las notas que describen la sociedad de su tiempo se pueden aplicar a las actuales sociedades de masas, hasta el punto de constituir una llamada de atención que conviene tomar en serio.
Søren Kierkegaard (1813-1854) es uno de los filósofos más originales del siglo XIX. Hizo de su vida una búsqueda apasionada de la verdad.