Desde el momento en que las películas se convirtieron en un fenómeno popular en Occidente, el cine fue utilizado como un útil medio de adoctrinamiento moral y cristiano: un vehículo para difundir la palabra de Dios y poner en imágenes las Sagradas Escrituras. La aparición de Dios en las pantallas es tan antigua como el cinematógrafo, y su representación ha dependido no solo de la conveniencia circunstancial que necesitaran los intermediarios del poder divino en la Tierra para sus ambiciones religiosas, sino de la propia evolución tecnológica del invento. Cuando el cine hubo extendido suficientemente las enseñanzas religiosas, algunos cineastas utilizaron este arte para tratar su particular relación con Dios, de manera que la cámara, dotada aún del elemento mágico que fascinó en sus orígenes, facilitó dar forma a un pensamiento que ha trascendido en algunos casos a su propio trabajo mediante una influencia intelectual dentro de la sociedad. A través del análisis de cincuenta títulos esenciales abordaremos diferentes posturas acerca de la idea de Dios desde la perspectiva de unos cineastas formados dentro de u