Bernd Willenbrock, un ingeniero de Berlín oriental, trabaja en una de las tantas fábricas que sucumbieron a la reunificación. A finales de la década de 1990, el desempleo lo empuja a crear una pequeña empresa de compra y venta de coches de segunda mano, que florece rápidamente gracias sobre todo a unos sospechosos pero solventes clientes rusos, que compran en cantidad y pagan al contado. Willenbrock descubre así las bondades de la reunificación: de su modesta subsistencia durante el comunismo ha pasado a una prosperidad que le permite tener casa de fin de semana y no privarse de excitantes aventuras amorosas, sin poner en riesgo por ello su feliz vida marital. Pero las cosas empiezan a torcerse cuando Willenbrock es víctima de diversos robos: primero se llevan varios coches del parking de su empresa, después lo atracan en su casa de la playa, finalmente comprueba que, igual que sus mejores clientes, sus depredadores vienen del Este: son checos, polacos, rusos. Alguna vez la policía los detiene pero, no siendo alemanes, se limita a expulsarlos del país. Willenbrock ve acechada su feliz existencia; ni siquiera el vigilante particular que contrata, y cuyo perro aparece muerto a los pocos días, le da seguridad. Al final decide comprar el arma que le ofrece uno de sus clientes rusos; su paranoia se dispara y la violencia desatada se apodera de él. No tardará en caer la primera víctima.