YO FUI LA ESPIA QUE AMO AL COMANDANTE

YO FUI LA ESPIA QUE AMO AL COMANDANTE

UNA VIDA DE PELICULA: DE LOS CAMPOS NAZIS A FIDEL CASTRO...

19,90 €
IVA incluido
Disponible entre 3-6 días
Editorial:
PENINSULA EDICIONES
Año de edición:
Materia
Biografías y Memorias
ISBN:
978-84-9942-421-7
Páginas:
260
Encuadernación:
CUARTO - RUSTICA
Colección:
REALIDAD
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No hay muchas personas que puedan decir que han visto pasar una parte importante de la historia del siglo XX ante sus ojos. O casi por encima, aplastándolas. Marita Ilona Lorenz es una de ellas. Nació en Alemania en 1939, 75 días antes de que Hitler invadiera Polonia. De niña sobrevivió al campo de concentración de Bergen- Belsen. Poco después de la liberación, a los siete años, fue violada por un sargento de las tropas de ocupación estadounidenses. En 1959, cuando tenía 19 años, conoció a Fidel Castro en La Habana, a bordo del barco de su padre. Se convirtió en su amante. Embarazada de varios meses, la sometieron a un aborto del que en parte culpó a Fidel. Lo que permitió que la CIA y el FBI la empujaran a participar en la Operación 40, la trama gubernamental que intentó, en vano, derrocar a Castro. La enviaron de vuelta a La Habana para asesinarlo, pero fue incapaz de hacerlo: seguía enamorada de él. Poco después tuvo una relación en Miami con Marcos Pérez Jiménez, el dictador venezolano, de la que nació una hija, Mónica. Años más tarde, en noviembre de 1963, viajó de Miami a Dallas en un convoy del que formaban parte Frank Sturgis, años después detenido en el Watergate, y un hombre que ella conoció como Ozzie, y que no era otro que Lee Harvey Oswald, acusado del magnicidio de John F. Kennedy. Fue party girl con la mafia neoyorquina, de donde salieron algunos de sus amantes. Se casó y tuvo un hijo, Mark, con un hombre que espiaba a diplomáticos del bloque soviético, misión a la que se sumó. Cuando antes de testificar ante el Congreso Sturgis desveló públicamente en la prensa quién era su mundo empezó a desmoronarse. La historia de Marita tiene luces y sombras. Está construida con recuerdos que ocasionalmente se enfangan en la historia oficial, la desdibujan, la cuestionan y, también, la completan. Pero sobre todo es una historia de amor y peligro. La de la espía que, por encima de todo, amó al Comandante.

Pocas personas pueden decir que han visto pasar una parte fundamental de la historia del siglo xx ante sus ojos. No como meros espectadores, sino casi devorándolas. Ilona Marita Lorenz es una de ellas. Nació en Alemania en 1939, en vísperas de la invasión de Polonia. Su padre, alemán, era capitán de barco; su madre, americana, había sido actriz. De niña estuvo internada en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Poco después de acabar la guerra, con siete años, fue víctima de una violación. Se embarcó a menudo con su padre en los años siguientes. En 1959 llegó a bordo del Berlin a La Habana revolucionaria. Un grupo de barbudos, encabezados por Fidel Castro, subió al barco. El flechazo fue inmediato. Una semana después, el Comandante enviaba a buscarla a Nueva York y la convertía en su amante. Tenía diecinueve años. Pronto se descubrió embarazada, pero la sometieron a una intervención y el bebé no llegó a nacer... O al menos eso le dijeron. La CIA convenció a Marita de que Fidel era el responsable de lo ocurrido y la enviaron de vuelta a La Habana con la misión de asesinarlo, pero fue incapaz de hacerlo: seguía enamorada de él. Puede parecer suficiente para llenar dos vidas, pero hay más. De regreso a Miami, conoció al exdictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, y tuvo con él una hija. En noviembre de 1963, viajó de Miami a Dallas en un convoy del que formaban parte Frank Sturgis, uno de los detenidos en el Watergate, y un tal Ozzie, es decir, Lee Harvey Oswald. Más tarde fue party girl de la mafia neoyorquina e informante de la policía. Se casó y tuvo un hijo con un hombre que espiaba a diplomáticos soviéticos para el FBI.  La historia de Marita tiene luces y sombras. Pero sobre todo es una historia de amor y peligro. La de una espía que, por encima de todo y a pesar de sí misma, amó al Comandante.