En 1956, Julien Gracq termina una novela en la que llevaba inmerso tres años y que vería la luz póstumamente en 2014. La obra, ambientada en una época imprecisa -acaso la Edad Media- y en un reino asediado que está llegando a su fin, es una metáfora de la Ocupación. Para plantar cara a sus opresores, un grupo de voluntarios emprende un viaje a través de ciudades "amuralladas para la nada" y tierras llenas de "contrastes entre las negras pesadillas nocturnas y el deslumbramiento frente al amanecer del mundo". Las tierras del ocaso es un canto a la fraternidad y al espíritu de resistencia ante los signos de un inminente cataclismo, así como una fiesta literaria de los sentidos.
En 1956, Julien Gracq termina una novela en la que llevaba inmerso tres años y que vería la luz póstumamente en 2014. La obra, ambientada en una época imprecisa -acaso la Edad Media- y en un reino asediado que está llegando a su fin, es una metáfora de la Ocupación. Para plantar cara a sus opresores, un grupo de voluntarios emprende un viaje a través de ciudades "amuralladas para la nada" y tierras llenas de "contrastes entre las negras pesadillas nocturnas y el deslumbramiento frente al amanecer del mundo".
Las tierras del ocaso es un canto a la fraternidad y al espíritu de resistencia ante los signos de un inminente cataclismo, así como una fiesta literaria de los sentidos.