Cuando olvidamos a las personas, los públicos se reducen a targets; los clientes, a cuentas; los empleados, a costes que se pueden descartar; la audiencia digital es tráfico; los productos priman sobre el servicio; y los competidores son enemigos que hay que eliminar. Es necesario transformar el lenguaje y las prácticas del marketing para hacerlos más humanos. Las ideas para humanizar la comunicación podrían parecer ingenuas. Pero las marcas e instituciones sobresalientes se distinguen precisamente por ofrecer mejores ideas, más servicio e impacto social. Los productos son imprescindibles, pero quedan obsoletos y se pueden imitar y copiar. El ADN de las marcas e instituciones sobresalientes, no. La identidad es insustituible. En cambio, la visión utilitarista vacía las empresas de contenido, mina el compromiso de los trabajadores y causa la huida del talento.
Cuando olvidamos a las personas, los públicos se reducen a targets; los clientes, a cuentas; los empleados, a costes que se pueden descartar; la audiencia digital es tráfico; los productos priman sobre el servicio; y los competidores son enemigos que hay que eliminar. Es necesario transformar el lenguaje y las prácticas del marketing para hacerlos más humanos. Las ideas para humanizar la comunicación podrían parecer ingenuas. Pero las marcas e instituciones sobresalientes se distinguen precisamente por ofrecer mejores ideas, más servicio e impacto social. Los productos son imprescindibles, pero quedan obsoletos y se pueden imitar y copiar. El ADN de las marcas e instituciones sobresalientes, no. La identidad es insustituible. En cambio, la visión utilitarista vacía las empresas de contenido, mina el compromiso de los trabajadores y causa la huida del talento.