LOS DECÁLOGOS QUE NO ESTÁN EN CATÁLOGO, Manuel Arduino. Siempre esperamos más de la cuenta, algo así como si en nuestra ingenuidad confiáramos en que quienes escriben decálogos los escriben para cada uno de nosotros en particular. Al empezar a leer esperamos encontrarnos con nuestras personales diez reglas de vida. Pocas veces pensamos que las reglas pueden ser tres o veinte pero que en el fondo son apenas una: honrar la vida. Solemos creer que todos los hombres son iguales. Aunque los decálogos aludan a roles diferentes, todos ellos tienen en común la versatilidad de la condición humana. La biodiversidad se expresa en el hombre mejor que en la naturaleza, especialmente en el hombre que no se disocia de la naturaleza. De allí que la verdadera humanación sea un hecho natural y la deshumanización un hecho absolutamente artificial. Quizás no todos los lectores de decálogos los lean para obtener algún beneficio, puede que haya quien lea los decálogos para evadir la responsabilidad de tener que reflexionar acerca de sus propias reglas de vida. Para estos fueron escritas muchas novelas y noticias en la prensa. Ellos no quieren admitir que también son distintos a los héroes y heroínas convencionales, aunque son iguales a los personajes estereotipo, en la medida que no quieren ser ellos mismos. Aun cuando los roles sean, los más, excéntricos o no ordinarios, todos tienen algo de los otros. Especialmente los chismosos y mentirosos tienen de todo un poco y todos tenemos de todos un poco. En síntesis, la regla básica del lector de decálogos es que ha de situarse desaprensivamente ante cada caso, poniéndose en el lugar de cada rol considerado, como si repasara a plena conciencia algún momento de su vida. No se trata de pasearse por la vida mirando una galería de caracteres. Se trata de entrar en nuestra vida desde las galerías multiformes de las ocupaciones y roles que conllevan delicadas connotaciones subjetivas. Para ponerse en el lugar del astronauta hay que sacarse la escafandra, para ponerse en el lugar del cartonero hay que sacarse la soberbia, para ponerse en el lugar del buscador de tesoros hay que sacarse la venda del ojo. Para ponerse en el lugar de cualquier ser humano hay que sacarse los estereotipos y condicionamientos mentales y la tendencia casi antropofágica de tragarse al otro, de volverlo una extensión y una proyección de nosotros. Y, por sobre todo, es necesario disolver todo sentimiento de superioridad o de piedad. Nunca se sabe en qué terminaremos, en la misma medida que no sabemos si no habremos comenzado nuestra carrera de seres humanos descalificando orgullosamente a los otros. Si nos aislamos por creernos diferentes y nos separamos de los demás seres de la Tierra, terminaremos por disociarnos y fragmentarnos aún más de lo que estamos ahora. Un buen lector de decálogos los lee a todos con igual interés, porque todos lo pintan de cuerpo entero. Unos un poco más emocionalmente, otros más mentalmente, otros más socialmente. Desarrollar un sano y no morboso interés por los demás nos puede llevar a conocer un poco más de nosotros mismos. Más de lo que creíamos conocer cuando sólo nos veíamos a nosotros mismos como hormigas en un hormiguero. Un buen lector de decálogos es el más complejo representante de un rol casi en extinción: un poco porque no existen muchos decálogos y otro poco porque existen muchos catálogos. Un inteligente lector de decálogos se queda con lo esencial, acaso iniciando una cabal investigación de sus distintos roles coyunturales en cada circunstancia y en todo tiempo, para lo cual toma como referencia todo cuanto existe, más allá de lo que se haya escrito o dicho sobre todo lo que existe. Cada decálogo presenta mal o bien un arquetipo o un fragmento particular de un arquetipo mayor, y no hay muchos arquetipos. Cuando alguien se encuentra caracterizado particularmente en un decálogo, honradamente debiera dudar de la amplitud y solidez conceptual del decaloguista: por algo el autor no escribió su propio y profesional decálogo (hasta donde él admite conocerse y reconocerse). Pero a cambio dejó tres páginas en blanco al final del libro para que el lector escriba el decálogo que quiera, y una página totalmente en negro para que escriba lo que no quiere que otros lean sobre sus roles ocultos. Por cierto las páginas en blanco, una vez escritas, serán bien recibidas por el autor. En este noveno punto está todo dicho sobre un buen lector de decálogos, y en una palabra. La palabra es "conciencia". En este décimo punto está todo lo que no se ha dicho ni escrito sobre el lector, y en una palabra. La palabra es "inconsciente". El noveno y el décimo puntos son en realidad uno solo. Se trata de ser honestos: lo único que puede llegar a hacer este libro es tender un puente, uno de cuyos cabezales se pierde en la bruma de lo inconsciente. Del autor depende que en algún momento se interponga la bruma, de la misma manera que del lector dependerá que se haga visible el oculto cabezal del puente. Y, obviamente, la página en negro del final. ------------ Manuel Arduino Manuel Arduino nace en Montevideo en febrero de 1955. Realiza estudios universitarios de Literatura en Uruguay y estudios de Teosofía, Esoterismo Oriental y Occidental, y Psicología Humanista, y se especializa en el empleo del Libro de las Transformaciones (I Ching). Ingresa en la Sección Uruguaya de la Sociedad Teosófica en 1979, donde participa de cinco Consejos Directivos de la institución, ocupando en dos oportunidades el cargo de Vicepresidente Nacional. Es Bibliotecario Encargado de la Segunda Biblioteca Esotérica de Latinoamérica (Montevideo, Uruguay). Es colaborador de Radio Centenario de Montevideo, Uruguay, y fue redactor y co-conductor del programa radial de la Sociedad Teosófica en Uruguay, entre los años 1981 y 2004 que se emitía por CX40 Radio Fénix, de Montevideo. En el plano literario Manuel ha publicado el opúsculo 200 Palestinas para un músculo (1975), El libro de las ruinas azules - Historias arquetípicas y maravillosas en homenaje a Helena P.Blavatsky (1991), ha sido ganador en dos ocasiones del Concurso anual de cuentos Melvin Jones. En 2007 publica Antología de Cuento Breve, en el año posterior el poemario Diario de un refugiado y está a punto de publicar su novela La iniciación en el sendero del escarabajo. Además ha colaborado con las publicaciones Punto de Encuentro, Diario La República, Diario Últimas noticias, Semanario El Ciudadano, la revista Teosofía en Argentina, y en la Revista Vademecum, todas ellas de Montevideo.